Los dos enigmas

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Me impresionó mucho ayer tarde la entrevista póstuma con Jorge Semprún que emitió Canal Plus. Él hablaba sabiendo que sus palabras solo serían difundidas después de su muerte, pero parecía un hombre tan sereno y tan libre que seguramente habría contado lo mismo si le hubieran dicho que la entrevista iba a verse al día siguiente. Yo estaba hechizado delante del televisor, y me dieron ganas de apuntar algunas cosas. Tenía un rotulador a mano, pero no un cuaderno, y como no quería perderme ni una palabra me puse a escribir sobre lo primero que encontré, en las páginas en blanco del principio y el final de los poemas de César Vallejo. Semprún tenía una voz extrañamente clara y firme, como la mirada que se dirigía sin parpadeos a la entrevistadora, a la que solo se escucha durante el programa. El decorado es austero, incluso macabro: una habitación desnuda y al fondo una puerta entornada, literalmente la antesala de la muerte. Y el que ya estará muerto cuando esas imágenes se difundan solo en un sillón, mirando a alguien a quien nosotros no vemos y él sí. Copio las notas que tomé:

“Es imposible que el lector imagine lo que es inimaginable”.

No sé lo que es el miedo y no me interesa en absoluto la muerte”.

La idea de la inmortalidad es macabra. Está bien que haya un final. La libertad y la finitud son esenciales en la naturaleza humana”.

Alfonso Guerra, quizás sin saberlo él mismo, era un bolchevique, un hombre de aparato bolchevique, no un socialdemócrata”.

Yo he visto cambiar la silueta, la talla, la esbeltez de las mujeres españolas”.

Estoy convencido de que la monarquía parlamentaria fue el mejor solución para traer de nuevo la democracia a España. Pero me gustaría ser enterrado con la bandera de la República. Cuando uno va a morir quiere tener cerca las cosas fundamentales de su vida. Y la bandera tricolor es lo esencial de mi infancia”.

La experiencia de los campos permite conocer el mal absoluto. Pero también el bien absoluto. Los hombres son libres y pueden elegir. Todo hombre puede ser malo. Y también puede ser bueno y repartir con un compañero un trozo de pan sabiendo que al hacerlo acorta en una semana su propia vida”.

Me acordé de mi amigo Thomas Mermall, de algo que dijo cuando presentamos su libro de memorias en Nueva York: “Se habla mucho del enigma del mal, de la banalidad del mal, pero es mucho más importante el enigma del bien”. Él lleva toda su vida pensando en eso: en qué hizo que un campesino húngaro eligiera ayudarles a él y a su padre a esconderse de los nazis, sin conocerlos casi de nada, arriesgando su vida y la de toda su familia, sin la menor posibilidad de obtener nada a cambio. Si es importante que estas cosas se cuenten es para que cada uno se interrogue a sí mismo sobre ese enigma, no en la hipótesis tranquilizadora de lo que habría hecho en el pasado, sino en el ahora mismo, en sus actos diarios, en el porvenir que nadie sabe cómo será.

 


Thomas Mermall: La otra cara del destino from FronteraD on Vimeo.